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ese último momento...

10 noviembre, 2006

Después del viaje…

…en el tren de los momentos. La primera vez que escuché esas palabras como título no pude evitar cagarme de la risa. Me sugirió un disco más o menos predecible, intenso, sincero, hecho de recuerdos, vamos, con una buena dosis de cebolla, como dicen por ahí, y de los que cuando llegue el final del tema 10 te deje la sensación de un lavado intenso a fondo. Imaginaba lo que la mayor parte de la gente espera. La cosa es que yo siempre he esperado más, aunque no negaré que un disco así me hubiese encantado. Todo el mundo disfruta de ese dolor placentero de que te saquen pa fuera el corazón y te lo achuchen con fuerza y que luego se nos quede dolorío pero latiendo fuerte enterrao en el pecho, haciéndonos sentir un poco más vivos a través de la vida de otros, que hacemos nuestra. Es la esencia de los programas del corazón, las pelis del neorrealismo italiano tipo el ladrón de bicicletas o de las actuales colaboraciones hispano argentinas que te dejan para el arrastre preguntándote ¿de qué carajo sierve esto? Pero recuerdas que en medio del momento de más impotencia y de alguna lágrima contenida sentiste un ligero placer… el placer de sentir. Y, bueno, al final es la esencia de todo.

Recuerdos e historias de otras personas, palabras enternecedoras, bonitas melodías… discos redondos y hechos con toda la intención de llegar a la gente, en este momento de mi vida me han llegado a aburrir. Sabía que con Alejandro no sería así, lo confieso. Hiciese lo que hiciese y supongo que suena mal admitirlo pero me tiene ganada de entrada. Los motivos, miles. Las canciones que han marcado mi vida y mi crecimiento, la parte importante de mi que viene de su música porque “pasamos la vida seleccionando de lo que percibimos pedacitos con los cuales ir construyéndonos, entonces al final seríamos como una diarrea de reproducciones de restos…”, el coraje y las historias desencadenadas por el mismo, el cariño acumulado… podría seguir mucho más rato y llegar a aburrir, pero creo que no merece la pena porque no es difícil de entender ni tan importante. Tal vez, puede ser, sucede con él porque sea “un agente reproductor más fiel que otros” y, por tanto, genere más identificación en las personas… (las cifras no dejan lugar a duda). Puede haber mil motivos y aunados convergen (hasta las palabras son copias) en una “sensibilidad alejandrina” extremadamente depurada a través de los años. Hay gente que le pasa con un escritor, o con un director de cine, qué se yo, a otros con su mejor amigo y ¿quién sabe? A lo mejor hay quien no le pasa con nadie y son diarreas de restos menos identificables, más exclusivas.

De cualquier modo, y ahora que tengo el pequeño vinilo dando vueltas en el reproductor, confieso que me ha sorprendido. No voy a decir que no se parece a nada (por todo el rollo de las “copias de copias de copias y así hasta que duela el cerebro” que comparto totalmente) sólo puedo decir que se parece mucho más a lo que es una persona; con todas sus complejidades y sus simplezas, sus copias y con su diversidad de gustos, con sus múltiples caras (las más aceptadas socialmente y las más vetadas).

Si todos nos pusiéramos a hacer algo así, nos olvidáramos del resto y sacáramos no más pa fuera también seríamos imágenes más identificables. Es lo que tiene esta sociedad que reprime. Se censuran las palabras malsonantes y los deseos más oscuros, menos en los ámbitos en los que se ponen de moda, donde, por otra parte, se censuran las palabras biensonantes y los sentimientos limpios. Pero ni todo el mundo tiene tan poca vergüenza ni, a lo mejor, nos conviene…

Retomando la crítica que no es crítica sino una observación, no sé si muy objetiva (animo a los más objetivos a que nos manden sus propias observaciones después de pegarse un viaje en el tren)… decía que retomaba con esa idea que es para mi la que más define este disco: al poca vergüenza (o sinvergonzonería) en un sentido literal, una especie de aislamiento social… pero también la guasa.

Conclusión: nuestras caras atónitas en la primera escucha (¡y en la segunda!) Algunas canciones: una limpieza más feroz que de costumbre (con el enganche proporcional a la intensidad de los latidos), otras canciones: en apariencia completamente ajenas a nosotras en música y letra (eso de arrancarte el corazón por la fuerza como un limón, jajajaja); ritmos que no son los que escuchamos y los que nos gustan y palabras que no encajan en nuestra sensibilidad alejandrina si no fuera porque el que no encajen, encaja. Al final, las cosas dichas más claras (o no, según para quien) y el pecho al descubierto (para bien y para mal).

Con todo, no me gustaría si todo el mundo fuera capaz de aislarse socialmente y sacar pa fuera, monstruos y todo, y los hiciera públicos. Vamos, que no quisiera meter el hocico en los interiores de cualquiera… y es que, al final, no todos somos iguales, ni de chicos, ni de mayores (resultados de distintos plagios). La cosa es que los mayores a veces son bien chungos y tragarse toda la mierda que arrastran no es cosa agradable… ¿cuál es la diferencia? ¿Dónde comienza lo útil y lo inútil, lo bueno y lo malo, lo admirable y lo despreciable? Yo no sé muy bien dónde. La cuestión es que sí hay diferencia entre la prensa del corazón y las pelis del neorrealismo italiano o las hispano argentinas aunque a veces provocan emociones similares… algunas emociones son más útiles porque vienen de una exposición de la realidad que genera una posición crítica: un rechazo a una injusticia. Lo que pasa es que la gente, la mayoría, ya no cree sinceramente en lo de “hacer un mundo mejor” y se quedan en la emoción. El mundo mejor no se hace escuchando canciones, está claro, ni leyendo libros y yendo a conciertos… ¿de qué sirve sentirse herido por las injusticias si no se lucha contra ellas?

Es distinto el papel del que escucha, lee, mira y se alimenta de vidas, ideas y emociones ajenas, del que las genera. El primero se ajusta al rol del consumidor pasivo para el que se fabrican productos a medida y que llena su vida de identificaciones que se amolden a cómo él quiere ser. El que las genera también es consumidor y ahora viene el mismo rollo de que “hoy el mundo se reproduce en serie” hasta en esto de tratar de hacer pensar. La cuestión es que sí hay diferencia entre uno y otro. Y puede que haya quien piense que de qué sirve si después de tantos libros escritos, de tantas canciones, tantos conciertos, películas, obras de teatro… después de tantas luchas de este tipo y reales, el mundo sigue igual, si no peor. Y el mundo justo se asemeja a un amor platónico que alguien inventó como se inventó la felicidad: para pasarse la vida persiguiendo algo y no darse tanta cuenta de que se nos acaba o para no aburrirnos en el trayecto.

En fin. Para cerrar el círculo o el recorrido extraño e irregular de este viaje diré que la vida se compone de momentos compartidos con las personas que son importantes para cada uno, y si bien estas u otras canciones no alcancen a cambiar el mundo (si entendemos por ello que todo sea como queremos que sea), sí son un reflejo de una persona que no se conforma. Y el hecho de que no quisiera escuchar los demonios de muchos adultos hechos canciones y, sin embargo, sienta que estas me impulsan a vivir un poco más o de otra forma y disfrute escuchándolas me hace creer que no es inútil y que, después de todo, el mundo distinto puede ser que empiece por cosas como esta, por personas que no se conforman y por momentos compartidos…

El primer viaje...


El tren que hoy me lleva a tu estación amaneció en una ciudad del sur y ahora pasa por Pacífico, Sol, Sevilla... Atocha es la antesala del Círculo de Bellas Artes. Una lista con más de cien nombres intenta poner orden: el de llegada. Pero aún falta otras tres partes del público, al parecer seremos cuatrocientos... Y uno más, guiando este viaje repentino.

Una pulsera roja, a cambio de la entrada que ya no podremos conservar más que en el recuerdo- como el encuentro de este lunes seis de noviembre-, nos diferencia de los transeuntes de esta ciudad que sigue su ritmo habitual... y nosotros aquí, a las puertas de un sueño de una tarde de otoño. Mientras que para el resto del mundo las seis de la tarde de un día como hoy no es hora más que de merendar, para nosotros se abren las puertas de un cielo con largas escaleras hasta la segunda planta. El Salón de Baile nos lleva hasta otra época, ¿realidad o sueño?, invitándonos a dar un paso al frente y ocupar nuestro lugar en este vagón, que apenas se aleja unos metros del tuyo.

Unas imágenes colgadas tras el escenario vacío nos enmarcan el surrealismo del momento con instantes que nos llevan hasta la primera persona... De repente, a modo de revisor, sube Sira para dar el pistoletazo de salida, enciendan máquinas... "Todo empezó hace un año y medio, mañana el tren llega a su destino pero hoy hace aquí una parada. Es la primera vez que canta temas de un disco antes de que esté a la venta. Podéis sentiros afortunados."

"Dice en la dedicatoria del disco que el tren sólo existe porque existen pasajeros. Podemos decir que nosotros somos los pasajeros y él está como un tren... Alejandro Sanz".

El rumor del tren que te trae hoy aquí se cuela por los altavoces cada vez con más fuerza...

...Con un pacto sin firmar, yo no espero más de tí, tú de mí no esperas más, un pacto sin firmar...

Aquí estamos, frente a tí, como un turista atónito frente al David de Miguel Angel... Se escucha lo de "qué guapo está", a susurros y por todos lados,... y no es tópico ni lo de que el abismo entre nosotros hoy se resuma en unos metros.

...y no espero que seas nadie, para mí no es importante, yo no juego con princesas, pero te haré reina del baile...

Con traje oscuro y camisa blanca... pareces el conductor de un viaje al más allá. Desde luego el paraíso no debe quedar lejos de este instante...

...ven que no voy a cambiarte, ni tu vida será otra, yo te invito a este lugar, donde el amor no se equivoca...

"Muchas gracias, ¿cómo están?, ¿todo bien? Bueno, hoy es una noche muy especial, aquí arranca este tren. Quiero que sepan que el cariño que me están dando para mí es muy importante, eso me lo voy a llevar para que me sirva de motivación."

A la primera persona es la segunda parada... que me ayude a salir de este infierno en el que yo mismo decidí vivir, le regalo cualquier tarde pa los dos...

"Os quiero dedicar esta canción. Enséñame tus manos"

... abre las palmas que las vea, y ahora dime si aún te queda un poco de esperanza en ellas...

"Vamos a cantar ahora Quisiera ser, que lo grabamos aquí..."

...quisierta ser el aire que escapa de tu risa...

"Nos vamos a ir... Si sabes que luego volvemos otra vez..." Alejandro, Alejandro... "Hoy no me he hecho rogar mucho"

"Esta canción la he hecho con una amiga... hoy tenemos aquí a nuestra Shakira particular, Tell"... Te lo agradezco pero no se convierte en el tercer momentito... "Acércate, que a lo mejor no te das cuenta de que mi amor no es para siempre..."

Y vuelve A la primera persona, pero esta vez con el público como protagonista... la verdad es que fue un poco desastre... no sólo él se equivoca, también nosotros (antes dijo "andamos todavía con las letras...")

Y el tren se para sin más, desaparace el maquinista y sólo queda el paisaje inmóvil...

Con una sensación de irrealidad por lo efímero de este viaje, bajamos de nuestro vagón y volvemos a casa pensando que valió la pena... El camino de regreso se va con eso de que la felicidad es un momento, que de un instante a otro, se convierte en otra cosa.

Tal vez esto no sea más que una metáfora de lo que es la vida... ir tras lo que queremos sin la certeza de que vayamos a alcanzarlo. Esta vez ocurrió. Y sin más se esfuma el momento y se impone el murmullo en las calles, y luego el pasar de los vagones de metro vacíos de tí, pero también fugaces.

...te vivo y te siento, te pruebo y te quedo, te bebo y te bebo... te abro y te cierro.

(Por eltrendelosmomentos, 6 de noviembre de 2006)

Después de A la primera persona...

Somos como bichitos… que nacen, crecen, se reproducen y mueren, y mueren en cualquier momento. Con algunas diferencias… nos sentimos mucho más especiales que ellos, por ejemplo.A veces uno se pregunta cuánto de orgulloso ha de sentirse de la evolución de nuestra especie y hasta qué punto fue un error. Te encuentras demasiadas personas caminando a dos patas agarradas fuerte por el cuello, atrapados en una rutina perfectamente desarrollada y controlada. Profundamente infelices ellos, en todo su desarrollo, incapaces de responder a sus propias necesidades, desentrenados en escucharlas. Vencedores desconocedores de su derrota.

Hemos inventado tantas cosas… El hombre ha inventado todos los cuentos, nos canta un joven poeta. Y esa es otra diferencia: atendemos a necesidades inventadas. Incluso llegamos a alimentarnos de ellas desviándonos peligrosamente de nuestro origen porque ahora no sólo de pan vive el hombre. Y entre tanta evolución e invento hay quien se olvida de que es no sólo y que aún todos los hombres necesitan el pan, y eso es lo primero.
Nuestro desarrollo nos permite tanto pensar en la urgencia del Pan para cada hombre como olvidarla. Inventamos “proyectos de desarrollo” y algunos sienten la necesidad de partirse las manos por saciar las primeras necesidades que tuvimos los hombres, las que compartimos con el resto, como bichitos que somos. Algunos hombres sienten la necesidad de ayudar. Otros construyen torres y tronos para monarcas bañados en oro con detalles en diamantes. Otros centran su vida en comprar y vender viviendas especulando con las necesidades de los más jóvenes. Otros estafan, explotan y agrandan las diferencias entre los hombres que tienen y los que no tienen el pan para dar a sus hijos. Hay quienes mueren de hambre porque necesitan adelgazar un poco más. Y todo, dentro del mismo desarrollo.Entre tanto, las empresas del disco necesitan encontrar nuevos ídolos que se adapten a la necesidad de creer de los más jóvenes… de creer en este mundo en el que nos tocó nacer, crecer y morir. Y en esa desesperada necesidad, todo vale…Sin embargo, hay cosas muy buenas de este, nuestro maldito desarrollo.El hombre ha inventado muchas cosas, grandes cosas pa hacer la vida más cómoda, Cosas sorprendentes que la mayoría de los mortales somos incapaces de comprender. Y la vida es más fácil, puede ser… pero más fácil no tiene por qué significar más bueno o más feliz. Hay miles de grandes cosas admirables y otras miles detestables. Pero si hay algo por lo que no arrepentirse de haber enderezado el lomo y haber comenzado a caminar a dos patas nada tiene que ver con esos grandes inventos tecnológicos, ni con la moda de alta costura, ni con la bolsa o los rascacielos de Nueva York,… tampoco con ninguna religión.Si hay algo por lo que sentirnos orgullosos de nuestra humanidad es justo por lo que nos hace más vulnerables que en nuestros comienzos, más aplastables que los bichitos… aquello que nos puede llevar a rozar cielos e infiernos… ninguna otra cosa.La necesidad de sentir y compartir. De conocer y darnos a conocer… y de conectarnos con los demás. El destrozo del abandono. La soledad. El vacío. El hambre de amor. La sed insaciable. El peso de los recuerdos. Las heridas incurables. La necesidad de entregar caricias guardás. El llanto desesperado. Pasar la vida buscando, y encontrando. El valor de unas manos compañeras.Todos los hombres necesitan de otros ojos… quién sabe si con la misma intensidad… lo que está claro, es que no somos iguales en nuestra capacidad de aceptar(nos) esta, a veces, devastadora humanidad.Y de entre todos, hay quienes se rasgan el pecho y exhiben hasta las vísceras pesadas como llamas por dentro… y no es un trabajo -aunque las empresas se afiebren en la explotación de estos trabajadores en función de la rentabilidad del producto- No, no es un trabajo, es su idioma. Un idioma depurado a base de trabajo y corazón. Nada que ver con lo de creerse artista.Y la palabra humano puede ser hermosa cuando la grandeza de un hombre le lleva a descomponerse en las palabras más sinceras y sencillas pa escupir los restos de una pérdida desgarradora. Sin miedo a ser perdedor en un mundo que valora a cada hombre por el peso de su éxito. Y su éxito reside en no perseguir ese éxito.Nada más valioso en nuestro desarrollo que lo que nos hace más miedosos y desesperados. Lo que uno más ama, más le puede destruir. Y no hay más miedo que el que se siente cuando ya no sientes… ná.Más frágiles que bichitos: podemos morir por doble partida. Quién sabe si fue o no fue un error. Pero, sin duda, sí es un orgullo

28 septiembre, 2006

Y ese último momento...

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